Con el final de las vacaciones y el regreso a
la rutina a muchas les llega también el odioso estrés. Como ya sabemos, se
trata de una reacción fisiológica de nuestro organismo ante una situación que
considera amenazante pues ya sabemos que la piel y la mente están muy
relacionadas y que cuando nos sentimos bien se refleja en nuestro rostro. De
ahí ese gran dicho popular: la cara es el
espejo del alma.
Cuando algo nos produce estrés, el cuerpo
reacciona produciendo hormonas con diferentes objetivos. Entre estas hormonas
están el cortisol y la adrenalina que provocan un desequilibrio en otras
hormonas como los estrógenos y la testosterona, las cuales afectan directamente
a la piel.
El estrés altera la secreción sebácea y la
función de barrera de la piel, lo que provoca la deshidratación de la misma y
la vuelve más frágil, sensible y especialmente reactiva. Además, acelera el
envejecimiento cutáneo ya que cuando nos encontramos en una situación de
estrés, es menor la cantidad de sangre y nutrientes que llega a nuestra piel.