martes, 23 de abril de 2013

Descubre tu tipo de piel


El cuidado de la piel es algo vital para el ser humano ya que tiene una serie de funciones muy importantes para nosotros. Pero, por diversos motivos, no todo el mundo le dedica el tiempo que se merece. La piel se encarga de protegernos frente a agentes externos y sirve como barrera ante las distintas formas de energías, además, nos permite recibir información del exterior.

Para que los consejos sobre el cuidado de la piel sean efectivos, es necesario saber qué tipo de piel tenemos. Se pueden utilizar diferentes criterios para clasificar la piel: según la epidermis, la dermis y según las secreciones. Esta última es la que más se utiliza y la que casi todos conocemos; en función de la emulsión clasificaremos los distintos tipos de piel.


Piel grasa:
Suele deberse a que las glándulas sebáceas producen demasiado sebo, o grasa, por lo que su aspecto es demasiado brillante o incluso grasiento. Pero, a pesar de que la secreción sebácea es grande, existe una importante insuficiencia de agua. Por esta razón, la piel está poco protegida. Además, el exceso de sebo también puede bloquear los poros y favorecer la aparición de las espinillas. Las áreas más afectadas suelen ser el rostro, el cuello, el pecho y la espalda.

Para solucionar los problemas de la piel grasa deshidratada es necesario llevar una rutina de cuidados diarios. Es importante realizar una limpieza una vez al día con una emulsión limpiadora, tonificarte con lociones calmantes y suaves y aplicar un buen serum de hidratación y libre de grasas. Además, durante la noche se debe utilizar cremas con ingredientes revitalizantes y excipientes grasos que eviten la pérdida de agua.

Piel seca: 
Este tipo de piel se desarrolla como consecuencia de una disminución en el contenido de agua que dificulta la función de barrera. La sequedad cutánea se caracteriza por presentar aspereza, descamación, gritas y pérdida de flexibilidad y elasticidad. Su aspecto es apagado y sin vida.  Las principales causas de la piel seca son: el envejecimiento, la sequedad ambiental, factores hereditarios y la alimentación.

Para evitar la sequedad de la piel tendríamos que tener en cuanta unas pautas de conducta. Mantener unos hábitos de limpieza adecuados es importante para todos los tipos de pieles, no sólo las grasas, pero en este caso es necesario humedecer la piel cada dos días mediante baños con una duración de entre 5 y 10 minutos. El vapor de agua nocturno sobre la cara mejora la textura de la piel. También es imprescindible beber mucha agua y utilizar cremas hidratantes adecuadas que proporcionan humedad a la piel.

Piel normal: 
Cuando estamos ante una piel rosada, fina, lisa, suave, casi sin granitos y con poros muy pequeños, podemos decir que se trata de una piel normal. Este tipo de piel es la menos corriente y la deseada por todos. Su secreción sebácea está equilibrada y, por tanto, es una piel flexible y resistente a los cambios climáticos. Lo más importante es que está en condiciones óptimas para llevar a cabo su función básica como barrera protectora integral.

Pero, aunque tengas la piel normal no debes descuidar el tratamiento diario para seguir manteniéndola estéticamente bonita. Es importante llevar a cabo una limpieza diaria con una leche limpiadora apropiada, un tónico sin alcohol y una crema hidratante nutritiva.

Piel sensible:
Este tipo de piel tiene un umbral de tolerancia inferior al de una piel normal, es decir, reacciona frente a estímulos a los que una piel normal no reacciona y sufre sensaciones de incomodidad como calor, tirantez. Debe su alta reactividad a la protección cutánea insuficiente, a la hiperreactividad alérgica y a problemas microcirculatorios. 

Para cuidar este tipo de piel hay que preguntar a un especialista pues no todas son iguales. Debe limpiarse con jabones muy suaves, con leches limpiadoras, aguas y texturas tipo mouse. Para, posteriormente, aplicarse una pulverización de agua termal.

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